sábado, 16 de abril de 2016

EL TRINO DEL DIABLO

Como una noche cualquiera,
en aquella habitación oscura y desaliñada
el joven y gruñón músico
yacía componiendo entre partituras
antes de que Morfeo viniera a él.

Y allí estaba en sus sueños
el temido Lucifer
quien vino a visitarle
para obsequiarle con el mejor regalo
que cualquiera podría darle.

Pero Lucifer,
el ingenioso engendro del mal
su obsequio le daría
si él, en cambio, un pacto hacía.

Fruto del inconsciente del músico,
Lucifer hayó el instrumento de cuerda
con el cual tocaría la composición
que al músico su alma deleitaría y robaría.

Lucifer colocó el instrumento en su hombro derecho
y entre cuatro cuerdas y diez garras,
una cautivadora y estridente melodía sonó
caída del cielo a las puertas del infierno.

Un dulce estremecimiento abrió los poros del violinista soñador,
ensimismado, extasiado y anonadado por esa melodía.
Sintió que los ángeles paseaban las manos por su cuerpo.

Y fue entonces cuando el violinista despertó,
en el cielo del infierno,
con un alma que ya no le pertenecía.
No fue Lucifer quién se apoderó de ella,
fue la armonía de aquella melodía.